¿Corresponde o no corresponde decir...?

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¡Gran pregunta aquella que nos hacemos al comienzo de este tema!

No es raro que de pronto nos encontremos alcanzados por nuestro conocimiento de la lengua y no sepamos con exactitud si corresponde o no (ya veremos de acuerdo con quién) decir tal o cual cosa (por ejemplo, ¿debo pronunciar todas las "-s" de final de palabra?).

Pero antes de meternos en papa con algunos asuntos teóricos que nos ayudarán a obtener algunos criterios para saber con más claridad qué decir y en qué momento, es importante que recordemos que este Manual trata sobre la expresión oral, y que, por tanto, lo que digamos acá estará en relación con esa temática, y no necesariamente con ortografía, redacción y otros temas importantes también.

Otro asunto que mencionaremos antes de ir al grano con este tema es que es necesario revisar y comprender algunos conceptos que sirven de base para explicar que alguien pueda decir "Haz esto y no hagas esto otro". Es necesario reflexionar sobre esto con cierta detención porque alguien (muy legítimamente) podría decirnos que como él habla está bien y que nadie le venga a decir nada y la cuestión y que qué se creen estos siúticos. No sería raro que pasara esto. O que tú mismo pienses que no tiene sentido o provecho preguntarse qué resulta más adecuado en qué momentos, al hablar.

Tú.

Nosotros creemos que sí tiene sentido preguntase si corresponde o no corresponde a una determinada situación un determinado uso de la lengua. Y también creemos que tenemos los elementos teóricos como para poder explicar, demostrar y -en alguna medida- justificar que sea necesario hacernos la pregunta. La idea, obviamente, es hacerse la pregunta, y responderla bien, por nosotros mismos, una vez que sepamos algunas cosas e incorporemos algunos criterios a nuestra conducta.

En vista de lo recién dicho, advierto a ustedes, lectores y lectoras, que, de los cinco apartados principales de que se compone este tema, sólo el quinto llega a señalarte concretamente qué es lo que nosotros te recomendamos que digas y qué cosa no, y en qué momento.

Si necesitas una guía de emergencia, y/o sólo quieres el contenido que puedas aplicar en un dos por tres, ve de inmediato al apartado Nº5, llamado "¿Y? Al final, ¿digo o no digo?", de este tema (¡pero tú te pierdes una interesantísima reflexión, por apurón o apurona!).

Dicho lo anterior, vamos no más.


1. Lengua y habla

Para llegar a explicar los conceptos de lengua y habla debemos ir antes un segundo a otro concepto que los abarca a ambos. Me refiero al concepto de lenguaje (pudimos haberle puesto por título "Lenguaje, lengua y habla" mejor).

Definiremos aquí el concepto de lenguaje como aquella facultad propia y exclusiva del ser humano que lo habilita para adquirir, a través del contacto con otros humanos hablantes, una lengua en particular, mediante la cual define ciertas categorías de la realidad, ordena y genera pensamiento, y puede comunicarse con sus semejantes.

Facultad de lenguaje.

El lenguaje participa al mismo tiempo de los dominios físicos, fisiológicos y psíquicos del ser humano, y existe, a través de sus manifestaciones, tanto en el individuo como en la comunidad humana entera (por si acaso, esto mismo asunto se revisa con mucha mayor profundidad en el tema "Lenguaje y lenguaje en uso").

Pues bien, a través de nuestra facultad del lenguaje podemos adquirir una lengua (como lo es el castellano de Chile).

Supongo que te puedes imaginar, en alguna medida, el lugar donde se aloja el castellano de Chile. No está en los diccionarios ni en la gramática. Esto es fácil de constatar pues nadie adquiere el castellano como lengua materna (es decir, como 1ª lengua, aquella que se adquiere en el entorno más cercano) a través del estudio sistemático. Simplemente se adquiere.

En el caso de que te haya criado solamente tu madre, tampoco el castellano se encuentra en ella, pues ella lo adquirió en algún momento a su vez, y sólo tiene sentido el castellano que ella sabe en un contexto social (¿a quién le sirve manejar una lengua de la que se es el único hablante?). Y ya se nos fue la clave: el castellano se encuentra alojado en una comunidad de hablantes que lo perpetúa a través del tiempo. Es social, es aquella parte del lenguaje que existe fuera del individuo, es una especie de contrato (Saussure, 1973: 58).

¡Tranquilo muchacho! ¡Quieeeeeeto Wenceslao! ¡Quieeeeeeeto!

Wenceslao, el senil hiperactivo.

Me están diciendo aquí que esto último de que la lengua es social es incorrecto, porque entonces no es posible que, a través de la lengua, una persona por sí sola pueda escribir un libro, por ejemplo, o decirle groserías a alguien, situaciones que evidentemente sí ocurren, y muchas veces de parte de individuos solitarios.

Pues bien, Wenceslao tiene razón y no tiene razón al mismo tiempo. La razón del desacuerdo tiene por causa que no hemos definido el concepto de habla todavía.

La lengua, que es una manifestación concreta de la facultad del lenguaje, se aloja en un entorno social. En este sentido, es abstracta, no es algo palpable como otros objetos de la realidad. La única posibilidad que nos queda es encontrar algún medio a través del cual la lengua sea utilizada en la realidad concreta (medible, física), y aquí entra el concepto de habla, ya que se refiere a aquel acto individual de voluntad e inteligencia en que se pone en acción algún pensamiento, idea, sentimiento, emoción, etc. (más información sobre los conceptos de lenguaje, lengua y habla en el tema "Lenguaje y lenguaje en uso", de este Manual).

El habla opera sobre la base de una lengua en particular. De hecho, podemos definir el habla como "lengua en uso".

Como ves, los conceptos de lengua y habla están estrechamente relacionados entre sí, pues son dependientes el uno del otro.

Estos conceptos fueron definidos de la manera que los estamos utilizando aquí por Ferdinand de Saussure, y se hicieron conocidos a partir del año 1916, con la publicación póstuma de su libro Curso de Lingüística General.

Ahora que ya tenemos los conceptos bien definidos y que podemos trabajar con ellos, veamos algunos otros asuntos que nos van a ir acercando a la problemática sobre qué debemos o no debemos decir en determinado momento, a través de meditar sobre algunos rasgos propios de las lenguas y del habla.

Un hecho muy conocido y documentado por los lingüistas dice relación con que las lenguas evolucionan a través del tiempo. Dado su carácter social, es natural que las lenguas vayan sufriendo pequeñas variaciones (motivadas por muy diversas causas) que eventualmente pueden incorporarse al sistema y formar parte de la lengua.

Un ejemplo concreto y actual de esto para el castellano lo podemos ver en la incorporación de nuevas palabras para determinados campos léxicos, como en el campo de la computación y de la economía. Palabras como software, notebook, marketing y outsourcing ya son de utilización común de muchos ámbitos, en Chile, y se han ido incorporando al sistema de nuestra lengua.

Dama freak.

¿Otro ejemplo? Este es más complicado de entender. Si recuerdas tus clases de Lengua castellana y comunicación, en la enseñanza básica, sabrás que nuestros verbos se adscriben a una de 3 conjugaciones (terminadas en "-ar", terminadas en "-er" y terminadas en "-ir"). Pues bien, en algunos contextos donde se usa el castellano de Chile algunas formas de la 2ª conjugación ("-er") están desapareciendo, y nos estamos quedando sólo con la 1ª y la 3ª. Esto explica que encontremos usos de verbos de la 2ª (correr) conjugados con formas de la 3ª. Una oración tradicional en presente de indicativo para la 2ª conjugación sería "nosotros podemos hablar castellano", pero ya se escucha bien seguido "nosotros *podimos hablar castellano", con el mismo sentido de presente.

El punto al que queremos llegar es que las lenguas evolucionan, pues son sistemas muy dinámicos, complejos.

Una prueba muy importante de que las lenguas evolucionan todo el tiempo es que, sea cual sea el momento histórico en que se observe una lengua en particular (castellano de Chile del 2006, castellano de España del 1600, latín hispánico del 700 D. C., etc.), siempre hay una lengua desde la cual ha surgido, y una lengua que la sucede en el tiempo también.

Ahora bien, ¿qué permite (no "qué causa") que las lenguas evolucionen?

Con lo que hemos dicho hasta ahora, alguien nos podría poner en aprietos al señalar que es imposible que una lengua cambie, ya que estamos todos de acuerdo en llamar de una determinada forma a un objeto. Si no le decimos "burro" al burro no nos entenderá nadie.

Nuevamente falta agregar un dato extra, que nos permitirá sobrellevar esta problemática de la evolución (cambio) de las lenguas.

El sistema de cada lengua se basa en determinadas relaciones entre elementos. Hay varios niveles de relaciones que pueden ser identificados. Dicho de manera sencilla, existe un primer nivel para los sonidos de la lengua (/a/, /e/, /i/, /o/, /u/, /p/, /t̪/, etc.), que se relacionan entre sí para formar las cadenas de sonidos para las palabras de la lengua (como en /'t̪ipa/). Luego, tenemos que a toda una serie de cadenas de sonidos se le asocia una cadena de significados. La combinación de estas dos cadenas constituye los diversos signos lingüísticos de la lengua. En un tercer nivel, los signos lingüísticos se combinan entre sí, guiados por otras reglas, para constituir oraciones con significado.

Sonido y significado.

Como acabamos de decir, la relación entre la cadena de sonidos con la cadena de significados da como resultado los signos lingüísticos. Por ejemplo, a la cadena antedicha /'t̪ipa/ se le asocia un significado más o menos así: "mujer, de una edad entre los 20 y 70 años y de dudosa reputación moral o de duro trato". Al menos ese es el significado que le otorgamos en el año 2006.

¿Qué razón existe para que la secuencia de sonidos /'t̪ipa/ se vincule al significado que describimos? ¿Por qué el mismo significado no podía asociarse con una secuencia como /'t̪api/? ¿Por qué es que debo decir /'t̪ipa/ y no /'t̪api/?

El signo lingüístico, por naturaleza, mis amigos y amigas, es arbitrario. Esto quiere decir, inmotivado. No hay una razón en particular para que a una cadena de sonidos se le asocie un concepto. Esto explica perfectamente por qué un concepto que es exactamente el mismo en diferentes culturas se conoce con nombres diferentes. Por ejemplo, ante un mismo árbol nosotros decimos "árbol", los angloparlantes dicen "tree", los alemanes "Baum", etc.

Árbol transnacional.

Siguiendo todavía a Saussure, concluiremos que el carácter arbitrario del signo lingüístico, esto es, que no existe razón fuera del signo lingüístico para que se asocie un significante en particular (una cadena de sonidos) a un significado, nos fuerza a admitir la posibilidad teórica del cambio (Saussure, 1973: 137), o dicho en otras palabras, dado que no hay razón para que al concepto de "tipa" le digamos /'t̪ipa/, tenemos que asumir que puede que algún día cambie. Y claro. No hay razón para que a "tipa" le digamos /'t̪ipa/, pero le decimos así porque así se le dice desde hace un tiempo ya (¡Uf! Un tanto circular la cuestión).

Los signos lingüísticos se sustentan en la tradición, en el acuerdo (tácito e inconsciente) que los hablantes tienen de mantenerlo para que sirva de referente común para un determinado aspecto de su visión de mundo.

Sin duda que lo que estamos diciendo es contradictorio: por una parte, la arbitrariedad del signo lingüístico nos fuerza a pensar que éste en cualquier momento (y de hecho es así) puede cambiar; pero por otra parte tenemos que la comunidad de hablantes legitima el uso, de una forma determinada, de una relación de significante y significado. El signo lingüístico es "mutable" e "inmutable" al mismo tiempo (Saussure, 1973: 140).

Vinculemos esto de la evolución, ahora, con lengua y habla.

Si la lengua como tal evoluciona, y el habla no es más que manifestación de la lengua en evolución, no se entiende que aún así podamos comprendernos entre todos. Debería ocurrir que unos dijeran una cosa y otros otra, ya que la lengua cambia, y no se manifiesta más que en instancias individuales (en el habla).

Debe haber algo, por tanto, que regule las intervenciones particulares en el habla, algo que medie entre la lengua como entidad social y el habla como entidad individual, para que exista la intercomprensión que, de hecho, hay. Ese algo también deberá incluir los "libretos" que señalen el uso de la lengua en situaciones distintas, ya que no es en la lengua donde encontraremos un vínculo con situaciones determinadas (ya que es abstracta), ni en el habla, que está vinculado a una situación en particular, pero no a un conjunto de estas, de manera que no sirve de "libreto".

Dentro de las limitaciones de los conceptos de lengua y habla nos preguntamos también dónde está la información sobre cómo puedo adaptarme a un contexto determinado (por ejemplo, a un mismo objeto puedo llamarle "hermano" en ocasiones y en otras "compañero"), e incluso de dónde es que sabemos que en ocasiones puedo ser muy descuidado con la manera como utilizo la lengua en el habla, y en otras debo ser más cuidadoso (mira como ejemplo el siguiente video).


2. Norma y registros

Tenemos lo siguiente: todos estamos facultados para adquirir, a través del lenguaje, una lengua. La lengua nos permitirá interactuar con otros, en la medida que la llevamos a cabo a través del habla. La lengua, sin embargo, es un contrato social, y no se encuentra solamente en mí. Lo que yo puedo hacer funcionar en la realidad, empero, es el habla, que es netamente individual, accidental, situada, incluso medible.

Además de esto, sabemos que la lengua evoluciona (por el carácter arbitrario y convencional del signo lingüístico), lo que vuelve aún más precaria, desde este punto de vista, la estabilidad del sistema.

Lo que tenemos que explicar es cómo, si la lengua es social y el habla individual, podemos interactuar como conjunto de personas. Debemos averiguar qué es lo que cohesiona al grupo y lo guía hacia una utilización de la lengua que permita la comunicación.

Pues bien. Los conceptos que nos hacen falta son los de norma y registro.

Ambos hacen referencia a maneras en que se canaliza el habla, vinculándola con un uso aceptable y con un contexto determinado en que se manifiesta el habla.

El concepto de norma, luego de una larga reflexión teórica, fue acotado por el estudioso Eugenio Coseriu. Se refiere al "plano de abstracción lingüística situado entre el sistema y el habla con que alude a los fenómenos usuales, aunque no distintivos, de la lengua" (Cerda, 1986: 210).

Si leemos con atención la definición, descubriremos que la norma es aquel uso preferencial tradicional que se da a la lengua, a través del habla. Para el caso de la norma social, distingue un habla culta de una familiar, coloquial, etc. (id.).

Entre la lengua (instancia social y abstracta) y el habla (instancia individual, concreta) encontramos la norma (con el perdón de todas las Normas que conozco), que es aquella pauta de instrucciones que tenemos, socialmente constituida, que nos hace discriminar entre lo que es usual y lo que no es usual, entre lo que se usa y lo que no se usa, entre lo que es más adecuado y lo que es menos adecuado.

Ejemplo de Norma.

Podríamos complicar más aún esta exposición de conceptos reflexionando sobre el lugar preciso en que se instala la norma, dado que forma parte integral de la lengua (prueba de esto es que para cada lengua la norma es diferente), pero también del habla. Sin embargo, no viene al caso profundizar más en este aspecto del concepto. Bástenos con saber que la norma pone en relación la lengua y el habla.

El concepto de norma puede que te suene a normativo. Con normativo o normatividad hacemos referencia a una tendencia muy natural en todos nosotros de proponer que se use una de las normas disponibles para nuestra lengua por sobre otras. Más claro te queda si regresas a tus tiempos de Enseñanza Básica y en los dictados tenías que escribir la palabra tal y cual decía el profesor que debía ser, o tal y cual nos la presenta el diccionario. Seguramente también pensaste que no tenía sentido hacer la diferencia entre "z", "c" y "s" en la escritura, si todas esas suenan igual en Chile. Pues bien, en la Enseñánza Básica se utiliza (todavía) un enfoque normativo para enseñar la lengua, que prescribe (ordena, preceptúa, determina, dispone) y no que propone, ni sugiere.

El enfoque normativo se ha utilizado, como digo, en la enseñanza institucionalizada. También ha sido justificación para las gramáticas normativas (que en resumen dicen "¡Así se dice y así no!") y diccionarios de autoridades (que dicen "Porque él, que es capo, lo dijo así, así se dice"), sobre todo en los siglos XVIII y XIX. Su influencia, sin embargo, continúa en nuestras aulas, sobre todo de los profesores con un enfoque más tradicionalista (Crystal, 1994: 236-237) (mira, por ejemplo, el siguiente video, para dimensionar las actuales consecuencias de este enfoque de trabajo).

El uso del concepto de norma, sin embargo, no se relaciona directamente con esta idea más autoritaria, correctiva, o impositiva, sino simplemente para referir a los usos "normales" (ahh, aquí te gustó más), definidos por el mismo cuerpo social inconscientemente. Usamos norma no para aquellos usos que nos señalan que "hablamos bien", de manera ejemplar o "cómo se debe decir", sino para describir cómo se habla realmente (Coseriu, 1967: 90).

Para redondear este asunto, señalaremos que los conceptos que se oponen bajo un análisis de las normas para una lengua son normal y anormal, pero no correcto o incorrecto (id.).

Cuando para una misma lengua hay normas en contacto, puede ocurrir que comiencen a surgir intenciones impositivas de parte de quienes sustentan una de ellas. Podemos sugerir un ejemplo.

Nadie puede negar que existe una norma (un uso) de la lengua característica de los vendedores de helado, y de los vendedores de micro en general. Tampoco podemos negar que hay un uso del castellano, una norma, de los profesores universitarios. Hasta aquí ningún problema. Sí puede haber conflicto de momento que los profesores universitarios decidieran que conviene más hablar según la norma que ellos utilizan y no según la de los vendedores de helado, y logran que el gobierno de turno los obligue a tomar (no helado, sino) clases de "cómo hablar bien". Esto es normativo. Piensa que es de lo más normal que el vendedor de helados tenga un uso del castellano como bien le parezca, y nadie le puede andar diciendo nada. Si te parece natural que sean los profesores de la universidad los que impongan la norma para el resto de la gente, piensa que en otro contexto podrían ser los vendedores de helado los que impusieran la norma (¿te gustaría? ¿te gusta el helado?). De seguro que a los profesores universitarios no les gustaría nada de nada que les dijeran que deben hablar como vendedor de helados. Pues bien, a los vendedores de helados tampoco.

El hado del helado.

En toda intervención de habla utilizamos alguna norma en particular. Típicamente todos conocemos varias maneras de usar nuestra norma. Por ejemplo, un determinado uso del castellano es apropiado para nuestro entorno familiar (sea que estemos hablando de algo muy serio, o chacoteando) y un uso diferente (a veces ni tan diferente) en el Colegio con los amigos. Nuevamente, sea que estemos hablando de algo que nos parece muy serio o de algo para la risa.

Debe ser claro para todos nosotros, los hablantes del castellano, que determinados usos son atinados a momentos en particular. Si a nuestros padres nos les gusta que usemos groserías, sabemos que no nos conviene usar groserías en nuestro contexto familiar como la usaríamos con nuestros amigos. Insisto: aunque en ambos casos estemos hablando de algo muy serio y solemne o de poca importancia.

Los conceptos teóricos que se refieren al resultado de nuestra ubicatex natural que tenemos todos en cuanto a los usos que debemos tener para el castellano son uso apropiado o uso adecuado de la norma. Agregaremos que la ubicatex viene incluida en nuestra norma, pues también es parte de lo que relaciona lengua con habla.

Diremos que se considera apropiada una variedad de uso que se cree posible en una situación social determinada y que, por lo tanto, contribuye a una feliz comunicación, o sea, exitosa (estos pragmáticos y su "felicidad"). Este concepto se opone al de correcto/incorrecto que veíamos a propósito de un enfoque normativo (prescriptivo) para el uso de la lengua (Crystal, 1994: 22-23).

Pragmatista feliz.

Los estudiosos del lenguaje y sus manifestaciones han definido algunos usos que tienen especial relevancia en nuestro desenvolvimiento diario, vinculados a situaciones de comunicación específicas. Es probable que hayas escuchado alguna vez hablar de que se puede hablar de manera coloquial, o que hay un uso de la lengua que es familiar, usos que son formales o informales, e incluso cultos e incultos.

Con un criterio operativo (otra vez), llamaremos a estos usos posibles de la lengua, asociados a situaciones de comunicación concretas, registros. Por si acaso, los registros se ordenan en niveles, y siempre están asociados a un marco de situaciones concretas (Cerda, 1986: 251).

Lo central del concepto de registro que queremos transmitir, es que son variedades de lengua definidas de acuerdo con su uso en situaciones sociales determinadas (Crystal, 1994: 295). A cada uno de estas variedades de uso de lengua asociada a una situación social diferente la llamaremos nivel (ibid.: 199).

(Ojo: cosa distinta es el estilo que cada uno de nosotros tiene en el uso de la lengua. Todos los usos, coherentemente asociados a una situación de comunicación, están atravesados por un estilo particular, que es individual, pero que puede agruparse en tendencias generales (por ejemplo, el "estilo" barroco, en literatura). Con estilo (o sin estilo, muchachos) hacemos referencia solamente a un conjunto de rasgos que permiten individualizar un uso de lengua (Cerda, 1986: 108). A veces se utiliza el concepto de estilo como sinónimo de registro, pero son conceptos diferentes.)

Recapitulemos.

Algunos todavía no estilan mucho.

Ya hemos dicho que entre la lengua y el habla se ubica la norma. Resumidamente, diremos que el concepto de norma se refiere a los diferentes usos de la lengua (castellana por ejemplo) que son considerados adecuados (posibles) por la comunidad de hablantes. La norma permite orientar al hablante respecto de qué es lo que puede decir en qué momento, ajustándose a la situación de comunicación en particular en que se encuentre. Por último, señalamos que los usos posibles de una lengua vinculados a una situación de comunicación en particular serían llamado registros, y que se ordenan en niveles, según algunos criterios que veremos más adelante (en el apartado cuarto de este tema). El concepto de registro está incluido dentro del concepto mayor de norma.

¿Percibes cómo se vinculan los conceptos que hemos revisado con el objetivo que nos planteamos antes de comenzar esta reseña teórica?

El objetivo dice que queremos demostrar que es justificable en determinados contextos -como el que constituye este Manual- llegar a recomendar determinados usos de lengua. Pero todavía no llegamos ahí, ya que sólo hemos constatado que hay usos diferentes que nos permiten adecuarnos a la situación de comunicación en que estemos (adecuación que a todos nos sirve). Todavía no hemos llegado, como digo, al punto en que podamos decir "este" o "aquel" uso son los recomendables. Para esto, debemos revisar antes el concepto de norma estándar.


3. Norma estándar

Hemos constatado ya en los apartados anteriores que las lenguas poseen varias normas, que son posibilidades de uso consideradas como adecuadas o simplemente posibles para una situación de comunicación dada.

El concepto de norma no considera una valoración sobre cuál de ellas es mejor y cuál es peor, sino que simplemente constata los diferentes usos posibles.

Una cosa, sin embargo, son las diferentes normas que el concepto, definido por la lingüística, permite constatar en la realidad (simplemente como usos), y otra cosa es la valoración que los distintos sectores de la sociedad hablante de una lengua haga de ellas, valoración que existe y que es fácilmente evidenciable.

Hombre con gonorrea.

Este asunto de la valoración se puede homologar con las enfermedades venéreas (esto me huele a O.F.T.): el médico, que definió en su momento el concepto de enfermedad venérea, puede determinar que tal o cual persona padece de una enfermedad venérea (gonorrea, por ejemplo) haciendo uso del concepto. No le corresponde, sin embargo, averiguar cómo ocurrió el contagio de la enfermedad, ni mucho menos dedicarse a sermonear al enfermo. Su papel es, en cambio, diagnosticar y proponer (no imponer) un tratamiento que le parezca adecuado. Cada cual sabrá si sigue o no el tratamiento sugerido. Otra cosa distinta ocurre en la sociedad. Un grupo de personas probablemente reprobará enérgicamente que se tenga gonorrea. Dirán "¡Promiscuo! ¡Dedícate al cenobitismo mejor! ¡Cochinón!", lo que redundará en que el sujeto gonorreico se sentirá mal, discriminado. Para prevenir esto, y porque el médico sabe que es conveniente que el sujeto se cure (así no lo molesta nadie y anda mejor por la vida también), es que le entrega una recomendación de tratamiento al enfermo, e incluso le dice mediante qué remedios se puede curar más rápido (recomendamos a todos los gonorreicos que leen este texto que vayan al médico, de lo contrario pueden terminar haciendo Manuales).

El mecanismo que opera en las valoraciones de las normas es parecido al anteriormente descrito (sugerimos revisar, a manera de complemento para el asunto de la conveniencia del uso de la norma estándar, la terrible historia de "A" y "B", más o menos al medio del subapartado "Canal y código", del tema "Situaciones de comunicación", de este Manual).

Jugador A y B.

Como hablantes podemos discriminar fácilmente entre normas, es decir, saber de dónde proviene cada una, quiénes las usan, en qué contextos, etc. Asociado a este juicio va una valoración, que puede ser positiva, negativa, de indiferencia, etc. En algunas ocasiones ya más extremas la valoración conduce a intentar tomar acción sobre las diferencias detectadas entre las normas (porque todos creemos que como hablamos nosotros es la mejor forma de todas, y la correcta), apareciendo la burla, el desprecio y la discriminación.

Esto de la discriminación es una mala cosa, pues está claro que todos nos merecemos el mismo respeto y un trato digno, pues tenemos un valor simplemente por el hecho de ser seres humanos, y de que nos guste el Vial. Cuando se trata de valorar a las demás personas, sin embargo, somos una sociedad tremendamente discriminadora (lamentablemente), y nuestro uso del lenguaje refleja esta discriminación.

¡Dale Vial!

Para más remate (¡Y...! ¡Gooooooooooool del Vial!), la discriminación realmente puede afectar nuestro desarrollo social en sus diversos ámbitos, ya que nuestra cultura no permite que permanezcamos para siempre en el seguro y cómodo espacio de nuestra casa o el entorno social del barrio, sino que debemos ir a la escuela y al liceo, estudiar algo luego o buscar trabajo, debemos ir a bancos, ISAPRE o a FONASA, ir a notarías, universidades, reuniones de apoderados, etc.

Tengamos claro lo siguiente: desde una perspectiva objetiva, ninguna norma es mejor que otra. Todos hablamos nuestra norma de manera impecable, y todas son válidas y útiles para nuestros fines. Mientras permanezcamos dentro de los límites del grupo de personas que manejan la misma norma que nosotros no se notará ninguna diferencia, nadie nos discriminará nunca por cómo hablamos. Al salir de este entorno, sin embargo, notamos que existen otras normas, y que hay algunas más valoradas que otras, y puede ser que justo la nuestra sea una de las discriminadas.

Ante este escenario una posibilidad es ignorar la discriminación, pero seguiremos sufriendo sus efectos. Otra posibilidad, y la que recomendamos, es adaptarse inteligente y estratégicamente (que no es lo mismo que someterse). No podemos pretender que cambiaremos al resto de la sociedad o que lograremos desaparezca la discriminación. Lo mejor que podemos hacer es reconocer que hay más de una norma, y que puedo ampliar la mía poniéndome en contacto con las más prestigiosas, y usarlas según corresponda.

Para el castellano de Chile, existe una norma con mayor prestigio, que es la que recomendamos aquí conocer y usar. Esta norma se conoce bajo el rótulo de norma estándar, que, más que hacer alusión exclusivamente a nuestra norma más prestigiosa en Chile, es un concepto que se refiere a una serie de propiedades, funciones y actitudes que se congregan en torno a determinadas normas existentes para diversas lenguas (en este video explicamos un poco mejor este concepto).

El inglés tiene sus normas estándar, el alemán, el francés, el japonés, etc. En general, todos los idiomas con un desarrollo importante de la escritura, de las ciencias, pensamiento, de una extensión considerable, poseen una norma estándar (de hecho, el concepto de "norma estándar" se incluye dentro de uno más grande llamado "idioma estándar"), ya que para el desarrollo de la nación es necesario contar con una norma que sea común a todos.

Bien. Veamos esto de norma estándar (también se desarrolla este concepto, aplicado al castellano de Chile, en el tema "El chileno y la lengua castellana").

Para trabajar con el concepto nos basaremos en las propuestas de Andrés Gallado (1978), y en otras fuentes disponibles, pero lo haremos sólo en los aspectos que nos interesan aquí, e intentando aplicar las ideas directamente a la problemática de la norma y los registros de habla. Importa también señalar que, al menos en el trabajo de Andrés Gallardo, el enfoque está puesto en el idioma estándar y no en la norma estándar, cuestiones que son bastante diferentes, pero que no viene al caso profundizar aquí.

Partamos por definir con mayor cuidado norma estándar como una variante lingüística con un alto grado de nivelación, codificación, confluencia y aceptación, en la que no se advierten diferencias dialectales, y que sirve para el uso oficial o normal de los miembros de una comunidad (Cerda, 1986: 107).

La norma estándar es aquel uso de una lengua en particular que tiene extensión y prestigio, y que es particularmente apropiada para instancias formales. Esta norma suele aprenderse a través de la educación institucionalizada, y no se adquiere automáticamente de niños. De hecho, es aquella forma de usar el castellano que aprendes en el liceo, y que se utiliza en este Manual también (¡Ehhh! ¡Hola! ¡Soy un Manual estándar!).

Podemos extender para la norma estándar algunos conceptos acuñados para el idioma estándar. Lo primero es señalar que la norma estándar posee algunas propiedades, como la intelectualización (está especialmente adaptada para cubrir las más variadas necesidades comunicativas de sus hablantes), estabilidad flexible (a pesar de los cambios sigue siendo ella misma, por un principio de identidad) y urbanización (la norma tiene una extensión considerable dentro de una comunidad, una disponibilidad generalizada).

También posee funciones, como la de marco de referencia (lo que es correcto o incorrecto se mide a partir de la norma estándar), unificadora y separadora (esta norma une a sus hablantes y los diferencia de los de otras normas), prestigio (es una norma reputada, reconocida, valorada) y participación (permite a su hablante abrirse al mundo, sin restringirlo).

Sobre todo a partir de las funciones de la norma estándar, nos parece, cobra sentido que sea ésta la norma que tengamos que aprender todos para poder participar de las instancias sociales más exigentes, ya que a partir de esta norma se nos mide (esto está bien, esto está mal), se nos indica como "parte de" o "fuera de", nos sumamos a su prestigio y podemos estar al "día" con el acontecer científico, tecnológico, artístico, etc.

Para el caso de cada idioma, cuál de todas las normas será la norma estándar ha ido quedando definido, normalmente, por quienes ostentan el poder en un momento determinado (qué fome, ¿verdad?). Por ejemplo, por un rey, por una corte, por una academia, por un gobierno, por un grupo de intelectuales, por universidades, etc.

Para el caso del castellano de Hispanoamérica, un papel importante (al menos en el ámbito de la preocupación por el tema, más que influencia directa) lo tuvo Andrés Bello.

Papel importante.

Su preocupación por la norma estándar de Hispanoamérica se evidencia por allá en el año 1847, cuando publicara su Gramática de la lengua castellana dedicada al uso de los americanos, respecto de una peligrosa falta de unidad, en la medida que cada nación de la América hispana comenzaba a desarrollar giros particulares, formas de uso propias del lugar, normas. Si la evolución de las lenguas y sus normas se mantenía en el tiempo, sucedería que llegaría el día en que ya no pudiera ser posible entenderse entre los hablantes de las diferentes naciones hispanoamericanas.

Señalaba Bello: "Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes" (1847: 32).

Para contribuir al propósito de mantener la unidad lingüística de las "naciones de origen español" publicó su gramática, que él mismo define como "el arte de hablar correctamente, esto es, conforme al buen uso, que es el de la gente educada." (Bello, 1847: 35). Si lees con cuidado, verás que hay una valoración sobre una cierta norma en particular, aquella de la gente educada.

La razón, por último, para escoger este uso de la lengua y no otro, parafraseando ahora a Bello, es que esta norma sería más uniforme, y por lo tanto permite que se logre la comprensión entre los hablantes de diversas naciones (1847: 35).

Podemos imaginar que Andrés Bello estaba pensando, sin saberlo quizás, en la norma estándar del gran castellano (este que trasciende las fronteras de Chile), y que este es el uso que tenía que promover a través de su gramática, para lograr una mejor intercomprensión.

Pensando en norma estándar.

Se legitima, en definitiva, una cierta norma, la de su gramática, como la que debe acompañar el uso de los hablantes hispanoamericanos, una norma estándar. Lo que Bello hace es defender una estandarización que ya existía (la que permitía la intercomunicación), y no proponer un nuevo estándar.

A nosotros nos toca hacer algo parecido ahora, al señalar qué usos del castellano se consideran adecuados para los contextos que exigen el uso de la norma estándar, para la expresión oral del castellano de Chile.

Ahora bien, conocer y usar la norma estándar no significará que olvidaremos nuestra norma de origen, aquella que hablamos por nacer donde nacimos. Sencillamente ocurre que la norma estándar se complementará con la que tú ya conoces, y te permitirá un acceso lingüístico a mayor cantidad de instancias, sin sufrir discriminación lingüística, en caso de que tu norma de origen no sea la estándar.

Revisemos con algo de detenimiento, para todavía luego pasar a la papa misma, algunos niveles de registro específicos, que nos permitirán luego decir que corresponde o no corresponde decir tal o cual cosa, en un contexto determinado.


4. Aplicación de normas y registros

Habíamos señalado respecto del concepto de registro que es una variedad de lengua definida de acuerdo con su uso en una situación social determinada. No es simplemente un uso (norma), sino que incluye una situación comunicativa específica.

A diferentes situaciones sociales corresponden diferentes usos, esto ya lo debes saber.

Mencionábamos, por ejemplo, que en una coversación que consideramos muy seria, donde no se puede tontear, como en una entrevista de trabajo, usamos un registro en particular.

Pero una cosa es saber que a diferentes situaciones sociales corresponden diferentes usos, y otra cosa diferente es conocer una norma restringida o una amplia. Es necesario entender la diferencia que estamos intentando plantear.

Por una parte, dependiendo del acceso que hayamos tenido a la norma estándar del castellano de Chile, tendremos una norma mayor o menor, amplia o restringida, útil para ser aplicada en todas las situaciones posibles o en algunas situaciones nada más.

Mientras que la capacidad de adaptarnos a la situación es automática (todos lo hacemos cuando es necesario), la competencia para lograr una adaptación efectiva dependerá del repertorio de usos que conozcamos. Si no conocemos la norma estándar del castellano de Chile quedaremos fuera de poder desenvolvernos con efectividad en las situaciones (y contextos) donde se exige su utilización formal (escuela, en tribunales, en las universidades, en entidades gubernamentales, en el Servicio de Impuestos Internos, en el registro civil, etc.).

Palacio de la Moneda - Chile.

Es decir, que al mismo tiempo que tenemos la capacidad de adaptarnos a la situación de comunicación, debemos manera la norma estándar, que es la que nos permite responder de mejor manera a un número mayor de instancias.

Vamos ahora a la categorización.

Para la categorización de normas utilizaremos la variable culto/inculto, donde culto es aquella norma amplia, que incluye la norma estándar aprendida en instituciones de enseñanza, apta para poder ser usada en un contexto exigente; tiene un vocabulario amplio, útil para muchas de las facetas de la realidad; y también encontramos en esta norma una sintaxis (combinación de palabras para formar oraciones) compleja. La categoría inculto, en cambio, hace referencia a una norma restringida, adquirida informalmente; su léxico es acotado, y su sintaxis básica.

Para la categorización de los registros utilizaremos la variable formal/informal, donde formal hace referencia a situaciones que requieren seriedad y compostura. Con informal decimos lo contrario, es decir, situaciones distendidas donde no es necesario asumir compostura o seriedad. Esta informalidad puede homologarse también a los conceptos de familiaridad o coloquialidad (al menos en la extensión que aquí adquiere el término de informalidad).

Finalmente, ordenaremos cuatro situaciones posibles combinando estas variables, ante lo cual debemos señalar, siguiendo a Rabanales, que "esta taxonomía no representa más que una esquematización aproximada de una realidad muy compleja y por lo mismo mucho más matizada" (1992: 565).

4.1. Norma culta-formal

Esta es la combinación más exigente de todas. Es aquella que se utiliza específicamente en contextos formales (o sea, se necesita compostura y seriedad al hablar), y donde se exige también un uso culto, es decir, de un vocabulario, pronunciación y sintaxis de acuerdo con la norma estándar del castellano de Chile (véase "El chileno y la lengua castellana" y "¿Cómo evaluarla?", de este Manual).

Esta es la norma y registro utilizado, por ejemplo, por jueces, profesores, por la presidenta, en los libros de texto que usas en clases, en los artículos científicos, etc.

La pronunciación (la expresión oral) es bastante cuidada. Se pone atención en la modulación, y en la construcción de oraciones con un sentido preciso. Hay un esfuerzo por evitar sonidos "marcados" negativamente.

¿Por qué razón se utiliza esta norma y este registro en las instancias anteriormente mencionadas? Porque, al formar parte del castellano estándar, es la que permite lograr una mayor intercomunicación entre las personas. Volvamos al ejemplo del heladero: es poco probable que un heladero, usando sólo su norma de heladero se entienda perfectamente con un heladero cubano. Ahora bien, si este heladero y el cubano conocen la variante culta y formal de su lengua, probablemente podrán comunicarse sin mayores problemas.

Con su permiso.

Para el caso de Chile, usando esta norma nos podemos comunicar entre todos.

Piensa un segundo en lo que sucede con nuestros abuelos: siempre se quejan de que los jóvenes hablan tan disparatadamente raro. A nosotros mismos nos sucede (o al menos a mí). A veces, cuando tengo acceso a publicaciones como al diario La Cuarta (¡Dios me libre!) entiendo sólo la mitad de las cosas pues parte del léxico utilizado allí no se corresponde con mi norma, ya que es restringido.

La forma de lograr la comunicación en grandes grupos de personas, por tanto, y tener acceso así a instancias formales, es a través de la norma culta (estándar) y el registro formal.

No debemos caer en el error, sin embargo, de tenerle miedo a esta norma y registro, pues, si bien es exigente, tampoco es para tanto. Si has tenido acceso a la educación institucionalizada, ya debes conocerla un buen poco.

4.2. Norma culta-informal

En este caso la norma es la misma. Seguimos hablando de la norma culta, es decir, de aquella que es amplia, compleja, versátil. En definitiva, concordante con la norma estándar.

Sí hay un cambio de registro, pues pasamos del registro formal al informal. En este registro no es necesario comportarse necesariamente con compostura y seriedad. Se aplica, por ejemplo, a conversaciones familiares, diálogos con amigos, visitas al estadio, conversaciones con la pareja, etc.

Lo que se llama informalidad.

Ojo: no es que uno pueda, en determinada situación de comunicación, cambiar de norma culta a no culta, sino que uno o posee una norma más amplia (culta) o una más restringida (no culta). De manera que en este caso, los conocimientos sobre la lengua, el tipo de vocabulario, las construcciones gramaticales, siguen estando allí, pero no es necesario (por el contexto) llevarlos a expresiones complejas, o quebrarse la cabeza para encontrar la palabra precisa.

La pronunciación es más distendida. No es tan relevante cómo se pronuncie tal o cual cosa. Se puede modular con menos tensión, y puede aumentar la rapidez del discurso hablado. También se puede ya utilizar un léxico coloquial, distendido, o incluso grosero, si el contexto es muy informal.

4.3. Norma no culta-informal

Comencemos con el asunto del registro. Si te fijas, respecto de la posibilidad anteriormente descrita, aquí no hay cambio del registro, es decir, de la relación de la norma con una situación de comunicación en particular. Ésta sigue siendo distendida, familiar o coloquial.

La norma sí es diferente. Ahora, en lugar de referirnos a una norma culta, vemos una norma no culta.

Sabemos que en la norma no culta encontramos un uso de lengua restringido, coloreado con tintes locales. Tiene un vocabulario relativamente acotado pequeño y de uso estrechamente asociado al grupo que lo utiliza. No es estándar, de manera que no sirve como norma comunicativa para otras instancias que no sean las familiares. Presenta alteraciones en estructuras gramaticales, estructuras que, además, tienden a ser sencillas.

Norma no culta, registro informal.

Como el registro es distendido, la comunicación se desarrolla con relativa fluidez, y no hay discriminación ya se habla sólo en los contextos más inmediatos, por ejemplo, en el barrio, en la familia.

La pronunciación es descuidada. Suele ser agolpada y muy rápida. Es relativamente difícil de comprender por quienes utilizan la norma estándar de la lengua. Hay un abundante uso de algunas formas que son marcadas negativamente por las personas de habla culta, lo que también toca el vocabulario y las formas sintácticas.

4.4. Norma no culta-formal

Continuamos en el marco de la norma no culta, es decir, de una norma no estándar, restringida, con un vocabulario limitado y estructuras sintácticas sencillas. El conocimiento sobre la lengua es acotado, de manera que el uso también resulta serlo.

El registro, sin embargo, exige formalidad (por ejemplo, en una disertación en el colegio). La norma, por tanto, juega en contra, pues por ser restringida no entrega los elementos que son necesarios para la adecuación a un registro formal. La naturaleza "no culta" se evidenciará en el uso formal de la lengua, pues su uso denota errores e intentos de corrección fácilmente detectables por alguien con una consciencia mayor del fenómeno de la lengua y las normas.

Esto es particularmente desfavorable cuando se requiere verdaderamente tener una norma culta, por ejemplo, al solicitar un puesto de trabajo. Normalmente, los empleadores preferirán a quienes cumplan de mejor manera un ideal de persona, que incluye un dominio de las formas más prestigiosas del lenguaje.


5. ¿Y? Al final, ¿digo o no digo?

Finalmente, la pregunta.

Ya hemos visto que a través del lenguaje todos tenemos la facultad de adquirir una lengua determinada (por ejemplo, el castellano). Además de esta lengua tenemos una norma, que es la que regula nuestras intervenciones concretas en la realidad, es decir, regulan el habla. Cuando le sumamos una situación de comunicación a la norma, obtenemos un registro.

También dijimos que existen diferentes normas, es decir, diferentes maneras en que una misma lengua puede ocurrir concretamente. Algunas de ellas, sin embargo, tienen un prestigio y una valoración positiva mayor. Es el caso de la norma estándar. Otras variedades tienen poco prestigio, pues no permiten el acceso a determinados contextos, donde se necesita un registro formal.

Sobre la base de lo que aquí se considera prestigioso, en atención a la norma estándar del castellano de Chile, y porque creemos que es conveniente manejar la norma estándar para tener acceso a un mundo más amplio, es que propondremos una normativa.

Esperamos que, a través de la descripción de las cuatro combinaciones posibles entre las normas culta/no culta y registro formal/informal, puedas identificar cuál es tu norma para el castellano y saber cuáles usos se acercan al estándar del castellano de Chile y cuales no. Esto último, no para que abandones tu forma de hablar anterior, sino para asegurarnos de que manejes también la norma culta y formal. No se trata (y somos insistentes en esto) de señalar que un uso es mejor que otro, sino que uno es más adecuado que otro en un contexto dado, lo que te hará un hablante competente en contextos más variados.

Para la descripción de cada una de las instancias que verás más abajo (que conste), nos guiaremos muy fuertemente por uno de los trabajo realizado y publicado por Rabanales en 1992 (ver referencias bibliográficas). Quien tenga conocimiento de estos trabajos notará inmediatamente nuestro basamento en ellos. Sólo habrá uno que otro aporte de nosotros.

En la descripción, haremos uso de la transcripción alfabética (con "comillas"), fonológica (con /barras oblicuas/) y fonética (con [corchetes cuadrados]). Las dos últimas son imprescindibles al hacer referencia a aspectos de la expresión oral. Si no manejas estas nomenclaturas por favor revisa antes los temas "Fonética y fonología" y "Órganos del habla", de este Manual.

Para cada ejemplo donde haya video éste constará simplemente en una lectura en voz alta del ejemplo (incluyendo las transcripciones, que pueden ser las difíciles de leer para no especialistas), pues así es fácil guiarse, contrastando el video con la escritura. Para identificar cada video búscalo guiándote por las palabras iniciales del ejemplo en cuestión. Los ejemplos que tienen video dicen, al final "ver video" entre paréntesis.

Vaya una última advertencia antes de comenzar: lo que te propondremos aquí tiene su centro de interés en la expresión oral. El acceso efectivo al idioma estándar en su conjunto te lo debe proporcionar la educación institucionalizada, además de tu esfuerzo por usar esta norma. Este Manual, por último, no se responsabiliza por mordeduras de lengua, nudos o demases que pudieran ocurrir por intentar usar las formas propuestas (y es sólo eso, una propuesta, tú eres libre de decidir sobre tu uso de la lengua).

Cada cual sabe qué hacer con su lengua.

5.1. Para la norma culta-formal

Como dijimos, esta es la norma y el registro que más se acercan al castellano estándar, en todos sus aspectos. Se supone que es un ideal al que deberías aspirar para tener acceso a las instancias formales en que se usa la lengua. Es una pronunciación cuidada, y se parece, en general, a la forma en que se escriben las palabras. Vamos con los datos duros:

5.2. Para la norma culta-informal

Esta es una norma y un registro todavía pertenecientes a la norma estándar del castellano de Chile, que es la que queremos que domines bien (también es una norma y registro deseable). El registro, sin embargo, es otro, pues la situación de comunicación ha cambiado. En este registro hay menos tensión, menos seriedad. Lo más probable es que tus profesores usen esta norma y registro en sus clases contigo. Veamos algunos datos duros:

5.3. Para la norma no culta-informal

Esta norma se aleja del castellano estándar en todos sus aspectos. Esta norma está marcada negativamente, y los hablantes suelen emitir juicios discriminatorios respecto de quienes usan esta norma. Nosotros recomendamos aquí, si te das cuenta de que esta es la norma que utilizas, que pases más tiempo conociendo y usando la norma estándar, que te permitirá ampliar tu uso de la lengua, y adaptarte de mejor forma a diversos contextos. Veamos algunos datos duros:

5.4. Para la norma no culta-formal

Lo más destacable de esta norma y este registro es que por intentar usar la forma culta de la norma, para alcanzar la formalidad que se requiere de acuerdo con la situación, se incurre en ultracorrecciones, que son "modos seudocultos de expresión" (ibid.: 577). Por ejemplo, como saben que en lugar de la pronunciación [sa'β̞ið̞o] pronuncian [sa'β̞io], y que esta no es la pronunciación "correcta", pronunciarán [baka'lað̞o] en lugar de [baka'lao], de un modo supuestamente correcto, en una instancia que consideren formal.

Puede asegurarse que todos los fenómenos fónicos de la norma no culta, registro informal (apartado 5.3.), tienen su correspondiente ultracorrección en esta norma no culta, registro formal, por lo que sólo daremos algunos ejemplos más:

Entrevistadores y entrevistado.

Ejemplos claros de esto los puedes ver en la televisión, sobre todo cuando entrevistan a personas de un origen sociocultural sencillo. Por ser la televisión una instancia que se considera formal (ya que te está viendo medio mundo), hay que cuidar el uso de la lengua, y dentro de esto viene muy a tono la expresión oral.

Es normal escuchar con algo de extrañeza, por ejemplo, a personas que en este contexto pronuncian notoriamente todas las "d" de los participios (cantado, comido, bailado), en circunstancias que en el contexto intervocálico nunca se pronuncian de la misma manera en que se pronuncian en comienzo de palabra, como vimos en el apartado 5.2.

Una persona que tiene acceso y usa la norma culta y el registro formal de la lengua se da cuenta de inmediato de estos asuntos en la pronunciación, y puede actuar luego motivado por la discriminación, que es lo que queremos evitar, de manera que nuevamente sugerimos que amplíes tu uso de la lengua a través de la práctica de uso de la norma estándar para la expresión oral (resumida en los apartados 5.1. y 5.2.).


Referencias bibliográficas

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  • CRYSTAL, David. 1994: A dictionary of linguistics and phonetics, 3ª ed., Blackwell, Gran Bretaña.
  • CERDA, Ramón (coord.). 1986: Diccionario de Lingüística, Anaya, Madrid.
  • GALLARDO, Andrés. 1978: "Hacia una teoría del idioma estándar", en RLA Nº 16, Concepción, Chile.
  • RABANALES, Ambrosio. 1992: "El Español de Chile: situación actual", en Historia y presente del Español de América, Hernández, Alonso (coord.), Junta de Castilla y León, Pabecal, pp. 565-592.
  • SAUSSURE, Ferdinand. 1973: Curso de lingüística general, 12ª Ed., Losada, Buenos Aires.

Referencias de imágenes

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